Las exposiciones dossier organizan la cotidianeidad de nuestros días.
Personajes e historias, paisajes, objetos, datos, gestos y posturas se nos muestran a través de fotografías, prensa y cine (sin olvidarnos del mundo visual que nos ofrece internet popularizado en las redes sociales). Circulamos por un ambiente de saturación en imágenes, casi sin darnos cuenta de que estamos sometidos a la influencia globalizadora y masiva de la denominada «información visual».
La cultura actual es lo más parecido a una civilización en mosaico, repleta de experiencias sensoriales, fundamentalmente basadas y creadas en la imagen.
Ante la legibilidad y reflexión que nos ofrecen la cultura visual, creo que es realmente difícil comprobar los verdaderos efectos de las imágenes sobre cada uno de nosotros y sobre la sociedad, a consecuencia de la gran cantidad de variables que intervienen todo el proceso de creación y exhibición de la mismas.
Las imágenes, reemplazan a menudo a los mensajes entendidos conceptualmente, por los nuevos mensajes visuales, meramente descriptivos. Todo se visualiza o filmiza. Espectáculo instantáneo en busca de espectadores. Idolatramos las imágenes sin detenernos a aprender a mirar y a leer.
Yo distingo entre dos tipos de imágenes, fijas y en movimiento: Las imágenes fijas, que nos permiten un análisis más detenido dando lugar a múltiples lecturas desde su concepción creativa. Son únicas, como la pintura o el dibujo (sea éste de cualquier índole artística); y la fotografía, que aunque sea una imagen obtenida mecánicamente es también única e inmóvil.
Las imágenes en movimiento vienen del cine, la televisión, las instalaciones visuales, el teatro y la danza con sus bellas escenas y el sinfín de modelos de la contemporaneidad en imágenes dinámicas; todas éstas se obtienen mecánicamente y se combinan con elementos sonoros y escritos. Sus lecturas son meras orientaciones simbólicas, prefijadas desde su producción en la mayoría de sus reproducciones.
Las imágenes nos rodean. Repertorios icónicos motivados, que contienen mensajes con alto grado de arbitrariedad e indeterminación. El carácter polisémico de ambas bien merece un instante para detener nuestra mirada y repensar nuestro alrededor.
En palabras de R. Barthes, la aproximación interpretativa de la imagen en general, es «una cadena flotante de significados, entre los cuales el lector puede elegir algunos e ignorar otros».
Seleccionar el o los significados más apropiados es tarea de cada cual. No debemos quedarnos estáticos ante el simple consumo visual, descifremos las imágenes, lo que nos rodea, teniendo muy en cuenta que tal vez cuando las asumamos, muchas de ellas dejarán de tener sentido.
Edited by Olivia Palacios.